Ayer empecé a trabajar (por segunda vez) en una gran superficie dedicada "al ocio y la cultura" que, gracias a una inteligente imagen de marca, goza de una intachable reputación en su terreno. Ofrece exposiciones, conciertos, proyecciones, debates... Incluso parece solidaria. Resulta lógico que, al lado de otra compañía de grandes almacenes de rancio abolengo, lo tenga fácil, aunque en el fondo sean lo mismo. Siempre parecerá más fiable que te venda una película un muchacho con gafas de pasta y cuatro simpáticas chapas en lugar de un trajeado y engominado individuo con aspecto de facineroso que, al preguntarle por Godard, responde que "no me suena ninguna película con ese título". Pero, insistimos, es cuestión de apariencia.
Para extraer la verdadera esencia, la catadura moral del ente, conviene ponerse guantes y rebuscar en el sitio más bajo al que puede aspirar una obra artística (y el único al que tiene acceso mi maltrecho bolsillo): la caja de los saldos. Ahí he encontrado trabajos de Ornette Coleman, Nino Rota, Marc Ribot o David Thomas (y David Thomas Broughton), entre otros, compartiendo el mismo triste destino que alguna modely fichada por Vale Music en horas bajas con la intención de versionar (ultrajar) a la pobre Kate Bush o una variada representación de músicas del tercer mundo (más o menos) con portadas dañinas de puro coloristas. El mensaje resulta tan cristalino como aterrador: El ente quiere librarse de lo diferente por todos los medios posibles. Pretende eliminar la costra de la otredad, aquello que no encaje con su estudiadísima y hermética percepción de lo que es culturalmente aceptable. Un ataque a tres bandas que tiene como objetivo el arte riguroso (o, hasta cierto punto, "difícil"), el producto de laboratorio que no se molesta en disimular su loable intención de llenar las arcas y servir de posible banda sonora para el perreo de la juventud y por último, aquí ya nos la debemos coger con papel de fumar, las muestras de world music que no se amolden al prisma europeizante. Lo que nos queda es un higiénico y tolerable perfil medio, dentro del cual hay cosas que me pueden interesar mucho, bastante, poco o nada, pero convenientemente señalizado, desprovisto de curiosidad, riesgo o margen de error. Es casi la plasmación en hechos de una hipotética secuela de The Third Reich'n'Roll (1976), aquél magnífico disco de The Residents donde se imaginaba una emisión radiofónica en un mundo donde el bloque fascista hubiera ganado la Segunda Guerra Mundial. En otras palabras, la idea del arte degenerado nunca ha dejado de existir.
Por supuesto, todo lo anterior puede que solamente sea el delirio de un anormal resentido porque cobrará una miseria, y que el verdadero motivo de todo esto sea que falta espacio en el almacen y hay que arramblar con lo que se vende menos, pero yo sigo teniendo miedo.
En otro orden de cosas, ayer por la noche estas personas humanas dieron un buen concierto de pop supercalifragilistico en la primera velada del Primavera Club:
3 comentarios:
Muñeco hijo, qué serio eres escribiendo. Yo es que cuando leo la palabra "otredad" se me ponen los pelos de punta.
Besitos
Cuando al principio has hablado de la similitud en el fondo de los empleados del sitio donde trabajas con los del conocido lugar de "rancio abolengo" no me he estado de tener la imagen mental de Kike y tu vestidos con vuestros respectivos trajes de faena mientras el te palmea en la espalda y te dice "aaaay gorrión!!". En fin, que tienes razón. No se si es en parte que el trabajo como dependiente nos aliena ante lo que vendemos, pero podría ser peor, podrías currar en una tienda de una gasolinera y verías como uno puede intentar sobrevivir en un lugar fuera de absolutamente todo tipo de cultura.
tienes fans y yo no!!! jeje!! aix...
bueno, te tengo a ti, que eres más que un fan!
por dios, que bien que escribes!
tengo ganas de verte de uniforme!! XD
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