Cuando llego a una fiesta suelo quedarme en un rincón, alternando miradas a mis zapatos (en plan shoegazer pero sin guitarras, vaya) con furtivas ojeadas a mi alrededor buscando desesperadamente una cara conocida. A veces alguien intenta establecer contacto conmigo, me saluda efusivamente, se presenta y yo le correspondo con una mueca torcida que pretende ser una sonrisa cortés y un farfulleo pronunciado a un volumen inaudible. Si a eso le sigue un intento de conversación amigable es probable que el interlocutor huya despavorido a los pocos minutos, porque a mí no se me habrá ocurrido otra cosa que hablar del cómic que me leí la semana pasada, la serie de televisión que me estoy bajando o el grupo absurdo que me tiene robado el corazón en ese momento.
Todo esto, en resumen, es para decir que no se me da nada bien presentarme, así que casi mejor ni lo intento. Además, mi encantadora co-anfitriona es mucho mejor que yo para estas cosas. Pero, de todas formas, espero que encontréis algo de vuestro agrado en esta exhibición de atrocidades. Dad una vuelta, tomaos una copa. Al menos la música es buena.
G.
No hay comentarios:
Publicar un comentario