¡Y otra más, que ya es casi navidad! Será que un servidor tiene la costumbre de empezar cosas compulsivamente para luego no terminarlas, como en aquella canción de los Smiths. Aquí recordaremos de forma harto jocosa los momentos más vergonzantes de nuestras estrellas favoritas, con amor y absurdidad.
Para estrenarla, nada mejor que un titán con una clara propensión a cagarla (y a que se le caguen encima, si creemos lo contado en Por Favor, Mátame): Lou Reed. El ex-Velvet Underground tiene una carrera llena de picos estelares (Transformer, Berlin, New York...) pero también un numero considerable de simas insondables. Y no hablamos de Metal Machine Music (75), a fin de cuentas un discutible pero interesantísimo esputo ruidista que sigue arañando oídos hoy en día y admitiendo lecturas fecundas, como demuestra la vampirización llevada a cabo por el colectivo Zeitkratzer junto al propio Reed que ha sido editada en disco hace poco. No, aquí vamos a dirigir la mirada al dueto que perpetró en 2001 junto a Pavarotti en una especie de concierto-homenaje organizado por éste último. La gracia está en como destrozan la preciosa Perfect Day a base de hórridos arreglos orquestales, coros de pesadilla y una interpretación muy poco acertada del llorado tenor (el bueno de Lou permanece impertérrito, como de costumbre). La música culta y el rock humillados, apaleados, destripados y rebajados hasta dejarlos a la altura de Il Divo. Y luego la gente se reía de la versión que hacía el pobre Antony (claro, eso fue antes de convertirse en andrógino hype de la burguesía ídem). Si tienen los machos bien puestos, busquen las apariciones de James Brown o Barry White en ése mismo espectáculo, que también parten la pana. Dead can dance.
A falta de imágenes de cuando saca al maestro de tai-chi en los conciertos, completaremos este sentido homenaje con la más reciente de las chifladas colaboraciones de tío Lou con otros artistazos, en este caso The Killers, insignes oriundos de Las Vegas que ya dan bastante risa (cuando no asco) por sí solos, aunque les reconozcamos algún temilla resultón ideal para mover el esqueleto en las fiestas de barrio más modernas (o en el Razzmatazz, que para el caso viene a ser lo mismo). Pero es que esta canción nos embelesa ya desde su naturaleza intrínseca: un single de adelanto para promocionar ¡un recopilatorio de caras b! Eso hace que podamos interpretar esta bazofia llamada Tranquilize como un ejercicio casi conceptual, que eleva al cubo el grado de horterismo habitual en la banda comandada por Brandon Flowers (¡qué nombre, señora!), metiendo guitarras empantanadas, coros infantiles y pasajes heredados de la peor pesadilla hair metal. El vídeo no se entiende, pero parece ser una cosa muy esotérica y de mucha gravedad (cuidado, que la letra hace referencia al líder del mundo y todo). Si es que de tan infame, me gusta y todo. Prefiero eso a que vomiten encima de Joy Division como han hecho con la versión de Shadowplay.
Bueno, vale, es cierto que gran parte de la culpa de estos desastres no proviene directamente de Lou Reed, pero no hay que preocuparse, porque hay patinazos suyos para parar un tren. Y por eso aquí lo queremos tanto, aunque hoy en día se parezca más a una castañera que a la estrella que sin duda es.
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